El otro día, en un concierto, tras cada intervención del tenor o de la soprano, la gente aplaudía entusiasmada. Bueno, la mayoría aplaudía. Otros gritaban con berreos propios de los cantos otoñales de algunas especies, como si la potencia de voz les pusiese por encima de los demás para demostrar que son más expertos, más entusiastas, más entendidos, más… molestos.

Cualquier chiquilicuatre puede berrear, es cierto, pero, mal que les pese, eso sólo demuestra su zafiedad, su falta de respeto a los demás… y su incultura, porque además, supongo que en aras de la moda reinante, gritaban «bravo» al tenor y «brava» a la soprano, como si se tratase de definir el valor y no de alabar el arte. Y es que los pobres no debían saber que el «bravo» con el que se premian algunas actuaciones no es adjetivo, sino adverbio, y, por tanto, no tiene género. Tampoco lo tienen, en cuanto que exclamaciones, «estupendo«, «magnífico» o «maravilloso«. Son sinónimos de «bravamente«, «estupendamente» o «maravillosamente«. Sin género, pues. Así que más les valdría menos gritar y más saber lo que gritan. Pero sin duda eso será mucho pedir. Con el berreo tienen cubierta su cuota intelectual.

-AELPON-Alfredo Vílchez

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