Se ha constituido en España el primer partido islámico: el PRUNE (Partido Renacimiento y Unión de España), con perspectiva nacional. Independientemente de lo que proclaman en su constitución (Partido islamico en España), está claro que pretenden utilizar el voto de los 1,3 millones de musulmanes que residen aquí, más el de los demás emigrantes que quieran, para constituir un partido minoritario que saque también amplio beneficio, como lo han logrado los demas partidos minoritarios dentro del sistema español.

Aquí los partidos-bisagra prosperan, en una adulteración de la democracia que, al parecer, nadie tiene en cuenta.

Al final del artículo arriba citado, se cita el caso real de un grupo islámico sin casi representación en un municipio francés, que ha cambiado su apoyo a la alcaldesa socialista por una normativa municipal que crea piscinas separadas (u horarios separados) para hombres y mujeres en ese municipio. Ante la constatación de esta realidad, muchos de los que no quieren ver estas perspectivas se llevarán las manos a la cabeza, pero ya ha ocurrido también en España, aunque hasta ahora las autoridades municipales no lo han consentido (La alberca del moro).

¿Ocurrirá igual en la política municipal o nacional cuando un partido mayoritario necesite esos votos para aprobar, por ejemplo, unos presupuestos absurdos? Recordemos el precio de los votos del PNV, BNGA o ERC para los de este año.

En ese ámbito empiezo a entender lo que me pareció un dislate al principio, pero que ahora veo como una nueva y suicida estrategia por obtener votos de los desesperados. Hace unos meses, el grupo socialista propuso en el Congreso que el Gobierno hiciera lo necesario para reparar el error histórico que fue… la expulsión de los moriscos a principios del XVII. A la estupidez que significa el andar a vueltas con el pasado, sobre todo si es «tan pasado» (porque, así, también los que se consideren descendientes de la población hispanoromana, por ejemplo, podrían reclamar la reparación de los daños que la invasión musulmana les causó), le da valor de amenaza presente esa posibilidad de aplicación paulatina de la «sharía» a través del apoyo de un partido musulmán a quienes lo vayan necesitando.

Si tenemos en cuenta que la mayor parte de los musulmanes que invadieron la península no eran árabes, sino bereberes norteafricanos, tanto en un primer momento como al final del califato. Si tenemos en cuenta que los almorávides y almohades de las últimas invasiones procedían de lo que ahora es sur de Marruecos y norte de Mauritania. ¿Cree alguien que quedará algún habitante de Marruecos que no afirme ser descendiente de aquellos moriscos que fueron expulsados? Las oleadas, esta vez, no tendrían armas, pero serían igual de numerosas. Y ya sabemos que el mismo Gadafi ha afirmado recientemente que no cree que el terrorismo sea una actitud adecuada, porque en dos décadas Europa será musulmana a través de la demografía.

Como, además, también sabemos que cada vez que el PSOE anuncia algo, siempre es buscando su interés partidista actual (aunque lo vista con otros ropajes), parece como si ese partido ya no se fíara de su último recurso para obtener votos de los emigrantes (lo de «papeles para todos» y lo de la nacionalidad española para los descendientes de emigrados durante la guerra civil), y esté planeando lo mismo, pero con los musulmanes.

¿Es o no es ceguera suicida? ¡Ojalá el tiempo me demuestre que estoy equivocado, pero temo que no será así!

-AELPON-Alfredo Vílchez

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