RAUDAL, un lugar en el universo intemporal, donde al mar casi alcanza las cumbres de las montañas, donde todo es posible, donde la palabra se hace foro abierto para comentar con voz propia aquello que sucede en nuestro entorno, para ser cauce de algunos recuerdos, para reflexionar sobre aquellos temas profundos o banales que nos impregnan el pensamiento, para inventar cuentos y narraciones, para dar salida también a algunos versos, para mostrar la palabra de otros, para practicar el hecho de ser persona, e incluso para romper el silencio que imponen los grupos, dejando constancia de que fuera de los medios de comunicación también hay opiniones.

No es una tarea difícil. Cualquiera puede hacerla, porque cualquiera puede mirar a su interior y ver qué hay. Luego, todo consiste en reposar el análisis.

En ello estoy.

No tengo que contar con editores que vean las posibilidades económicas de lo que escribo, ni con críticos que juzguen mi estilo, ni con censores que corrijan lo que quiero decir. Ni siquiera pretendo contar con la aquiescencia de los lectores. No tengo aspiraciones, por lo que tampoco tendré limitaciones, si no son las impuestas por la firme intención de desterrar el insulto, la grosería, la ordinariez y la mentira consciente.

Sean bienvenidos a estas páginas si lo hacen con buen ánimo y actitud positiva. En caso contrario, allá ustedes.
Alfredo Vílchez