Son las dos de la mañana. Acaba de terminar el lunes 13 de noviembre. Llevo unos días aguantando una molesta gripe que no me deja ni respirar, pero esta noche no es la gripe ni la tos lo que me impide dormir, sino las imágenes de un vídeo en el que seis personas, al parecer jóvenes por su edad, pero grandiosos por su valor, estaban ayer domingo, a pie firme, solos en un espacio despejado que habían dejado los manifestantes de Ferraz al retirarse por la ofensiva salvaje de los antidisturbios.

Erguidos, vestidos con su dignidad y su patriotismo, decidieron plantar cara a la injusticia, a la desproporción de fuerzas, a la brutalidad de unos policías que disparaban contra ellos pelotas de goma, sin ninguna razón, porque sólo resistían los golpes sin actitud ofensiva.

Su coraje contrastaba con las gentes asustadas que los miraban desde lejos, sin dar unos pasos adelante para unirse a ellos y dejarles aún más claro a los agresores que aún hay gente animosa en el pueblo capaz de hace frente a los injustos.

Su bravura debería ser como un relámpago que cegara a los cobardes que no se atreven a desobedecer una orden ilícita, arbitraria y abusiva, y usan el poder que el pueblo, y no el histérico ni el dictador, ha dejado en sus manos.

Con sus fusiles, sus porras, sus cascos y su absurda violencia cipaya, ¡qué lejos están de aquel teniente de la legión, Monterde creo que se llamaba, que hace unos veinte años, en Bosnia, se negó a obedecer la orden de entregar a cientos de croatas a los musulmanes que querían masacrarlos!

Es el espíritu de estos jóvenes el que puede acabar con la tiranía, y no la desbandada temerosa.

Tengo setenta y seis años y, como dije, una buena gripe encima, pero mañana me iré a Ferraz por si tengo la suerte de ver más españoles con dignidad que me devuelvan la esperanza de aún existe España, y, si me dejan, darles un abrazo e intentar aguantar con ellos la irracionalidad de los sicarios de uniforme.

¡Viva España!

Alfredo Vílchez