Dos muertes recientes. Dos personajes diferentes. Dos trayectorias distintas. Dos reacciones diversas de la gente, tibia y casi indiferente la una y desproporcio-nadamente desorbitada la otra. Me estoy refiriendo a los decesos de Vicente Ferrer y Mikel Jackson.

Ambas son espejo claro de los valores de la sociedad actual.

La primera, la de Vicente Ferrer, un hombre que dejó su vida en el trabajo, la ayuda, el consuelo y el servicio a los más pobres del mundo. Hizo el bien en silencio, alzando la voz alguna vez sólo para dejar constancia de la existencia de los parias y pedir ayuda para ellos. Se le hizo un homenaje oficial, como no, y los que lo trataron directamente, miles, salieron a la calle para despedirle. Pero el resto del mundo siguió su marcha indiferente.

La segunda, la de Mikel Jackson, un hombre egocéntrico, desquiciado, obsesivo y drogadicto. No entro en la valía de su canto, que eso es siempre relativo y opinable tanto en apreciación como en promoción. Me refiero a la persona. Y el mundo, millones, llora histéricamente su muerte como si de un elemento esencial para la supervivencia se tratara.

A la Humanidad le hacen falta muchos como Vicente Ferrer para terminar con la pobreza, el hambre, las guerras, las injusticias y las marginaciones. Gente como Vicente Ferrer, la madre Teresa de Calcuta o Gandhi son imprescindibles.

Los demás no pasan de ser espejismos prescindibles.

-AELPON- Alfredo Vílchez

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