Entre quienes entraron en el blog a propósito del artículo de Pérez Reverte sobre Antonio Barceló, alguien argumentó que no era para ensalzarlo tanto, porque había que pensar en los muertos que habría producido el ataque de Barceló contra Argel.

Esta manía de ver la historia desde el punto de vista actual, y no desde el de la época, se acentúa con el buenismo que recorre hoy la sociedad, en el que la violencia es mala en cualquier caso, sin tener en cuenta que puede ser respuesta necesaria a una violencia mucho mayor.

Y en el caso que nos ocupa, esa violencia mayor era ejercida por los buques piratas que infectaron el mediterráneo desde el siglo XVI al XVIII.

En la época de Barceló, los ataques piratas a las poblaciones costeras españolas eran constantes, y procedían casi siempre de Argel.

Sin duda a quienes piensan en las víctimas de Argel se les pasan por alto las de los habitantes de las poblaciones costeras españolas, que eran asaltados, muertos y llevados como esclavos. Esas torres que hoy vemos en muchas playas españolas eran para avisar en caso de avistamiento de buques piratas, excesivamente frecuentes.

Y para qué hablar de los peligros de los barcos en travesía, como el que consta que fue apresado por los piratas en 1748, con 200 pasajeros.

Es claro que los buenistas no querrían haber sido uno de ellos, que pasaron de ser viajeros a padecer la esclavitud. O no querrían estar en el lugar de los pescadores de una aldea que ven sus vidas y haciendas destruidas y sus hijos raptados por los corsarios. Hubo muchas más víctimas de los asaltos de los piratas que las que pudieran producirse por los sitios de Argel, que, por cierto, fueron tres, y no uno.

La mayoría de las acciones navales de Barceló tuvieron lugar frente a costas españolas. Citemos algunas:
– en 1749, frente a Benidorm y Altea, combate y derrota a cuatro naves piratas.
– en 1753 se enfrenta con tres naves piratas junto a la isla de Cabrera, y captura a una de ellas.
– en 1756, destruye dos naves argelinas frente a la desembocadura del Llobregat
– en 1761, con tan sólo tres naves propias, apresa a siete naves argelinas ante las costas de Valencia.
– en 1768, con su jabeque, rindió a tres naves turcas, en una de la cuales apresó Selim, por entonces famoso pirata del Mediterráneo. En el abordaje una bala le atravesó la mejilla.

¿Qué hacían en esos lugares los barcos citados en los ejemplos? No iban de crucero, precisamente.

En el artículo de Pérez Reverte, excesivamente resumido quizás, se pretendía ensalzar el valor y valía de Antonio Barceló, y el contraste de unas reacciones eficaces frente a la inutilidad de la política del pago de rescate que sólo es aliento para nuevos asaltos piratas.

Ambas cosas quedaban allí y quedan aquí bien patentes.

Después del segundo sitio de Argel, los piratas firmaron con España un tratado que luego se saltaron a la torera. Tras el tercer sitio de Argel, y ante las noticias de que Barceló, ya Teniente General, preparaba una cuarta, los argelinos firmaron el tratado de 1786, que significó la desaparición de la piratería en el mediterráneo por muchos años.

¿Algo que ver con lo actual?

Del valor de Antonio Barceló da buena idea el hecho de que siempre iba a la cabeza de sus hombres, lo que le supuso, entre otras heridas, quedar desfigurado por el balazo en la mejilla antes citado. Incluso siendo el almirante de la armada en el tercer sitio de Argel, se situaba en unas de las lanchas de primera línea. Tanto es así que aquella en la que iba fue hundida, aunque Barceló pudo salvarse y seguir dirigiendo la flota. Por cierto, que las lanchas cañoneras las inventó el mismo Barceló en el cerco a Gibraltar. Fueron el arma más eficaz de la operación, porque podían acercarse mucho, dado el escaso calado, y eran blancos muy difíciles por su gran movilidad y su pequeño volumen (incluso los ingleses lo reconocieron en el informe oficial del capitán Sayer, comandante de la roca).

Ese valor hizo que sus hombres se crecieran ante cualquier combate, con los óptimos resultados consecuentes, y generó coplillas como:

Si el rey de España tuviera
cuatro como Barceló,
Gibraltar sería de España,
que de los ingleses no

o frases hechas como la que durante mucho tiempo corrió por las zonas costeras: “tienes más valor que Barceló en la mar”.

Y a los buenistas, recordarles que es distinto ser pacifista que ser pacífico. El primero aguanta carros y carretas, y, por su falta de reacción, es el sujeto paciente necesario para los opresores violentos. El segundo busca la paz, pero no a cualquier precio, y con él no tienen nada que hacer los tiranos.

Ya lo decían en Roma, aunque en latín, claro: si vis pacem, para bellum (que en romance quiere decir, como todos saben: si quieres la paz, prepárate para la guerra… porque si no –añado yo- alguien te la impondrá)

¿Para cuando una película sobre Barceló?

-AELPON-Alfredo Vílchez

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