Hace unas semanas, el máximo ejecutivo del banco norteamericano-globalista J.P. Morgan, Jamie Dimon, decía que todo lo empleado hasta hoy para producir energía solar no era bastante, y daba como solución que los Estados expropiaran las tierras a los particulares y se las entregaran a ellos, las grandes corporaciones, para desarrollar más las energías “limpias”. No crean que el objetivo es mejorar a la gente o al planeta —aunque la excusa del falso cambio climático esté siempre a mano—, sino favorecer a las gentes superiores, porque calculan que, por ahora, no hay suficiente producción como para disfrutar ellos y obligar a los que sobrevivan a seguir la senda del control que, energéticamente, podrán suministrar (o no) a quienes obedezcan.
Curiosamente, pocos días después del desvarío del sr. Dimon, el gobierno holandés decidió confiscar todas las tierras agrícolas, pagando un precio a los que acepten, y obligando a los que no lo hagan. Y la Unión Gayropea apoyó tal atraco. ¡Independientes que somos!
Pero volvamos a varias de las palabras que aparecen en el primer párrafo: obligar, sobrevivir, controlar, obedecer.
Son esenciales, porque el plan globalista se basa en cuatro estrategias: eliminar población, controlar a los supervivientes, establecer mercados monopolísticos, y crear una élite superior pensante distinta a una masa anulada cultural y moralmente.
Para la primera, eliminar población, emplean dos tácticas: 1) Eliminar a la gente físicamente, mediante pandemias provocadas, vacunas con efectos secundarios mortales a medio plazo, exaltación de la eutanasia, y creación de conflictos internos (emigración incontrolada) y externos (conflictos bélicos mantenidos). Y 2) impedir el aumento poblacional mediante el fomento de la ideología de género (o “elegetebianismo” podríamos decir, porque la homosexualidad no es fértil), y la promoción del aborto, incluso considerándolo un derecho, como en España.
Para la segunda, controlar a los supervivientes, establecen las ciudades 15-Minutos, que facilitan el control y la autorización de los permisos de salida y la distribución de la población en grupos manejables (en esas ciudades y para los ciudadanos autorizados sí será suficiente con los coches eléctricos); imponen el control biométrico de los ciudadanos para saber dónde está cada uno en cada momento y qué hace, crean el dinero digital, que sustituya al metálico, para lo cual, previamente, han acostumbrado a la gente a pagar con tarjeta, reloj, DNI, bizum y otros inventos, y cuyo objetivo final será controlar cuánto, cómo y en qué se podrá disponer del dinero; y convencen para que se acepte el “pasaporte digital” promovido por la OMS (financiada por la Fundación Rockefeller, Bill Gates y otros “mecenas”), donde la intimidad de cada persona estará a merced del tirano de turno, del pirata informático eficiente, o del funcionario puntilloso.
Para la tercera, establecer mercados monopolísticos, es fundamental eliminar cualquier soberanía agrícola, ganadera, industrial o de explotación de recursos propios, de forma que todo cuanto necesiten los conjuntos de ciudades de 15-Minutos —que no ya Estados— se lo faciliten los grandes grupos globales mediante su producción en las tierras previamente confiscadas o adquiridas, la venta de productos transgénicos, o el cambio de hábitos alimenticios redirigidos al consumo de insectos o de carne y pescado creadas por impresoras 3D.
Para la cuarta, crear una élite superior, que guíe a una masa anulada cultural y moralmente, para lo cual se procura la destrucción de la familia (por ser un posible elemento de formación autónomo, y por constituir el eje fundamental de una sociedad estable y creadora), se interviene en que las escuelas sean meros centros de adoctrinamiento y no de aprendizaje, se pervierten los valores culturales, dando prioridad al hedonismo, con la obsesión sexual como trasfondo diario, y la cultura del mínimo esfuerzo como procedimiento habitual (ideología Woke), se busca acostumbrar a las personas a depender de una subvención o mantenimiento, y se procura la sustitución de la población tradicional por una mezcla intercultural que no pueda oponer un frente sólido a las clases superiores.
Del mal llamado “Cambio Climático”, que existe desde la época de las glaciaciones, y en el cual la incidencia humana es como un grano de arena en una playa kilométrica, hablaremos en otra ocasión más extensamente.
Por ahora, sólo citar dos fuentes de información fundamentales para combatir a la Agenda 2030 (o “venteytrinca”, como ya se le denomina) : el libro de Cristina Martín Jiménez, “Los dueños del planeta” (Ediciones Martínez Roca, marzo 2023), para saber quienes pretenden ser nuestros nuevos dioses, y el documental “El Gran Reinicio”, que comenta el publicado en julio de 2020 por el Foro Económico Mundial, en el que se plantea la idea de que todo, desde la economía a la cultura, necesita un cambio. Lo más inquietante del documental del Foro es que anuncia la posterior pandemia, y la muestra como un agente acelerador de estos cambios necesarios, especificando la actuación del Club Bilderberg en esos cambios.
La que consideramos reciente Agenda 2030, en realidad fue creada hace setenta años, pero sus objetivos han ido lográndose poco a poco hasta que, como ahora, tras la pandemia, las “vacunas” y la amenaza de nuevas pandemias (parece que la próxima tendrá como agente un mosquito que propagará otro virus, que, naturalmente, no tendrá nada que ver con los mosquitos alterados genéticamente liberados en la región de los Cayos de Florida en 2021), el personal está dispuesto a aceptar lo que quieran mandarle, sin discutir, en incluso haciendo de agente denunciador y agresivo contra los disidentes informados.
Reciemente se ha publicado un informe, “The Future of Urban Consumption in a 1’5 World”, que se puede descargar en pdf, en el que queda claro, mediante texto e innumerables tablas, todo lo que se pretende con ese Gran Reinicio y la Agenda 2030, que no son las vaguedades asumibles de su cartel propagandístico, sino una modificación total para una sociedad controlada exhaustivamente hasta en los mínimos detalles.
En esas tablas establecen dos columnas: una para lo que debe implantarse hasta 2030, y otra para la meta en 2030. Por ejemplo, en la tabla 3 se establece que actualmente debe limitarse el consumo de carne a 16 kg/persona/año, para lograr consumo 0 en 2030 (¿lo de eliminar el ganado les parece que va por ahí, o será por lo de sus ventosidades?) Incluyo abajo esta tabla y otras dos que citaré, para que se informen mejor.
En la tabla 4 se establece que, hasta 2030, sólo deben adquirirse 8 prendas de vestir por persona y año, y en 2030 sólo se podrán comprar 3.
Y en la tabla 5 se deja claro que, hasta 2030, sólo 190 de cada 1000 personas podrán tener vehículos privados, para llegar a la total supresión del vehículo privado en 2030. ¿Estará usted entre los elegidos?
¡Una maravilla para un nazi o comunista de los tradicionales!
Si a usted le gusta el futuro panorama, prepárese para disfrutar: no tendrá que pensar nada.
Por cierto, el logo de la Agenda 2030 es ese circulito de colorines. ¿Se ha fijado que lo llevan tanto Sánchez como Feijóo? Incluso Margallo, del PP, llega a decir en una tertulia que la Agenda 2030 es ”el evangelio”. Declárese ateo en esa religión, por favor. Yo lo hago desde este mismo momento.
Alfredo Vílchez