Hace un par de semanas se publicaron en la prensa dos noticias. Una de ellas, ampliamente divulgada, y la otra casi de carácter local. Pero ambas contienen los elementos necesarios para demostrar no sólo la falsedad del cambio del clima (progresistamente llamado Cambio Climático), sino también la ignorancia y parcialidad sectaria de los periodistas, así como la certeza del engaño en las autoridades que nos condicionan y gobiernan.

La primera de ellas, el ataque de un lobo al poni de Ursula von der Leyen.

La labor del periodista debía ser la información del suceso, sin adornos, como cuando hablan del ataque de un lobo a reses de un ganadero. Pero no, el periodista, y muchos otros periodistas, añade “a dentelladas” cuando habla de la forma en que el lobo mató al poni. Sobra el añadido. Que sepamos, un cánido no puede matar, por ejemplo, a patadas ni a coces. Siempre usan los dientes, que para eso los tienen.

El añadir “a dentelladas” solo nace de la intención de aumentar el dramatismo de la noticia. El que una persona mate a otra “a dentelladas” sí sería suceso extraordinario a comentar, pero que un lobo lo haga es de lo más normal y no hacen falta descripciones. Para cargar más las tintas de la tragedia, dice que “asesinó a Dolly”. Asesinar, según la RAE, es “Matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa.” Y alevosía, también según la RAE, es “Cautela para asegurar la comisión de un delito contra las personas, sin riesgo para el delincuente.” Es decir que, con una palabra, el periodista convierte a un miembro de la fauna natural, protegida hasta ese momento, en un delincuente que se salta las leyes y comete delitos, algo totalmente inaplicable a un animal salvaje que sólo busca garantizarse la supervivencia, porque, hasta que se demuestre lo contrario, los lobos son carnívoros, comen la carne que encuentran, no van al super a por ella.

Y encima, para que el suceso sea más doloroso, cita el nombre del poni, Dolly, con lo que acentúa el carácter familiar, benévolo y afectuoso de la víctima.

Pero los servicios policiales de la fauna ya saben qué lobo fue: el GW950m. No se sabe si hubo testigos que lo identificaran o si, al estar numerado, tienen registrado su ADN, que sin duda estará presente en la saliva y en las huellas de sus dientes. Por tanto, ahora, ¡a por él! ¡Nada de especie protegida! ¡Criminal!

Es, exactamente, la exageración y parcialidad que utiliza habitualmente el periodismo sobre-cogedor  o de marea progresista para tratar cualquier asunto relacionado con el escepticismo sobre el mantra del Cambio Climático, afortunadamente cada vez más abiertamente expresado por multitud de científicos e incluso por periodistas valientes, que los hay.

Hasta aquí hemos hablado del periodista, de los periodistas, porque, con los mismos tintes trágicos, apareció en muchos periódicos.

Pero no podemos dejar de hablar de la banalidad de un personaje político como doña Úrsula, para la que las protestas de los ganaderos por los daños del lobo fueron ignoradas hasta el momento por ser opiniones de negacionistas, insolidarias y evidentemente exageradas. Y, sin embargo, ahora, cuando un lobo le ha hecho ver la realidad, es el sentimentalismo el que le hace reaccionar, y exige la revisión del lobo como especie protegida. ¿Y las protestas de los ganaderos por las muertes de sus ganados? Bueno, sí, pero, claro ¡cómo va a compararse la muerte del precioso (o la preciosa) Dolly con los vulgares despojos de sucias ovejas o vacas, que, además, contaminan un montón con sus flatulencias!

Esa sensiblería es absolutamente incompatible, en nuestra opinión, con un dirigente político cuyas decisiones afectan a millones de personas, en lo económico, en lo vital y en lo político. ¡En qué manos estamos! nos preguntaríamos, si no fuera porque la sumisión de esos gobernantes a las influencias de países y grupos de presión globalistas es algo tan evidente que no necesita comentario, por sus actuaciones para degradar económica, política, social, cultural e incluso poblacionalmente a la UE que esos políticos rigen, actuaciones que lograrán hacer lo que los grandes poderes globalistas quieren: reducir Europa a la insignificancia y convertirla en un simple mercado para los intereses de aquellos. El mundo anglosajón tiene amplia experiencia histórica en estos procedimientos.

Es esa sensiblería la que hace a la gente ver sólo a unos metros, sin calibrar el futuro dictatorial que le van a traer las influencias citadas, origen de la llamada Agenda 2030, que condicionarán cómo vestiremos, qué comeremos, a dónde podremos salir de sus ciudades de 15 minutos, cuánto de nuestro dinero nos autorizarán a emplear, en qué podremos gastarlo, e incluso…quienes deberán no nacer o morir para no causar gastos a los demás. No es una exageración. Recuérdese que ya hubo periodistas y políticos, algunos de los cuales ahora se declaran adalides de la libertad, que clamaron por encerrar a los no vacunados y darles muerte civil.

Pero es cierto que dirigentes tipo Úrsula, Macron, Trudeau o Biden son los apropiados para una sociedad que, como decía el historiador Philip Powell “no tiene más memoria que lo que dicen los periódicos del día anterior”.

Y, hablando de periódicos, con tanto hacerlo de políticos que basan sus decisiones en los sentimientos, no en las necesidades (o que siguen una agenda foránea bien planeada, quizás), se nos había olvidado que, al principio, hablamos de otra noticia, de carácter más local.

El Mundo, del sábado 9-9-2023, publica un artículo con el título “La ría de Vigo se resiste al cambio climático”. El título ya marca tendencia: Se resiste. La ría de Vigo “se resiste” al Cambio Climático. No “contradice”, ni “puede ser una excepción”, ni “es un indicio”. No, no. Se resiste. Es decir, se atreve a contradecir a lo plenamente establecido.

Aparte de que no es la ría de Vigo, sino los trabajos del Instituto Español de Oceanografía, el escribiente no cae en la cuenta de que esos trabajos se han llevado a cabo durante 34 años. Comenzaron mucho antes de la consigna actual del Cambio Climático, y no han encontrado que ese cambio afecte a la ría. Pero el periodista encabeza el artículo diciendo “los negacionistas del cambio climático han encontrado un aliado inesperado…”. De nuevo una clasificación previa y negativa. Como el “Se resiste”. No se le ocurre pensar que quizás los que afirman el cambio del clima pero niegan el Cambio Climático, tengan razones para hacerlo. Y tampoco cae en que puede que no hayan encontrado un aliado, sino un argumento, una razón, un dato que corrobore que ese lema no es verdad.

Por cierto, algún lector estará pensando que eso de cambio del clima y cambio climático es una forma de despistar, porque es lo mismo. Ya explicamos en el artículo anterior que no lo es. El clima cambia. Lo ha hecho durante toda la historia de la Tierra, y lo seguirá haciendo, pero en esta denominación, el clima es el resultado de agentes geográficos, geológicos, atmosféricos y de mucha otra índole. En la expresión Cambio Climático, el clima es el agente de los cambios, no el resultado, y tiene como única causa la actividad humana. Como también dijimos, esos términos se escogieron para que fuese más difícil combatirlos, después de haber pensado en llamarle calentamiento (que la realidad hacía inviable), disrupción climática, cambio climático, y, últimamente, crisis climática, más trágico y amenazador.

El problema de este periodista, y de quienes son fanáticos de la consigna citada, es que confunden Tiempo y Clima. El tiempo es lo que puede observarse en días, meses e incluso años. Para determinar el clima se necesitan siglos. Por no tener en cuenta esto es por lo que muchos creen ver confirmado el Cambio Climático en una erupción volcánica, un huracán, la Dana que nos visitó recientemente, los incendios recientes en diversos lugares, etc, pero, como dice el reciente premio Nobel de Física John Clauser: “Puedo decir con confianza que no hay una crisis climática real, y que el cambio climático no causa eventos climáticos extremos”. Y continúa diciendo: “El mundo actual que observo está literalmente inundado, saturado, con pseudociencia, con mala ciencia, con desinformación científica”.

Está claro que, con esta cita no queremos referirnos a los científicos que han trabajado en la ría de Vigo, pero sí a los términos que usa el periodista: Se resiste, y negacionistas (en el tono despectivo conque habitualmente se escribe o pronuncia este último).

Ese confundir tiempo y clima lo expresa el autor del artículo en otra frase: “Los investigadores, sin embargo, no se dan por satisfechos, con lo que la resistencia al cambio climático de la ría de Vigo podría venirse abajo en cualquier momento”. ¡Que no, hombre, que no! Que el clima no es cosa de un momento. Que el cambio del clima es cosa de siglos, y con consideraciones globales, no de localismos como la ría de Vigo, y que ocurran cualquier día de estos.

Con esa forma de pensar, si el periodista fuese quien ha hecho la entrevista a John Clauser, al encontrarse con un “aliado” de los negacionistas, probablemente habría terminado su artículo con algo parecido a esto: “Sin embargo, el doctor Clauser puede estar equivocado, y, sin duda, se dará cuenta en cualquier momento”.