Con su último deseo expresado públicamente, Feijóo pretende que Vox no se presente a las elecciones gallegas.
¡Cómo va a estorbar al único partido que puede conseguir mayorías absolutas en la tierra del apóstol! Ha pensado don Alberto ¡Váyase, señor Abascal!, habría dicho otro preclaro antecesor suyo en el terreno de las pretensiones.
Pare, pare un momento, señor Núñez. Vamos a analizar un poco sus deseos.
Pretende usted que Vox no se presente, ¿quizás porque no juzga a los gallegos capaces de decidir? Así, quitándoles las opciones, evita que se distraigan y consideren que quizá haya otras posibilidades que las que usted plantea. Actúa usted como esos conductores chulescos que, ante una larga cola para salir de una autovía, deciden que los demás son idiotas aguantando, y él no se integra hasta que alcanza prácticamente la salida, pretendiendo entonces que los que sí guardan la cola le dejen entrar como sea, porque él lo merece por ser más listo. Otro pretendiente, como ve.
Y lo pretende porque usted aún no ha asimilado que, si fracasó en las elecciones generales, fue, precisamente, por demonizar a Vox, con lo que dejó sin alternativa a quienes pensaban votar a ese partido como la mejor forma de expresar que usted tampoco les gustaba. Por eso le faltaron votos y no pudo contar con los de Vox porque no fueron suficientes. Es decir, no ha comprendido que usted es el auténtico culpable que de Sánchez esté ejerciendo como tirano.
Pretende repetir la jugada en Galicia, manteniendo la misma tan arrogante como poco exitosa seguridad que mantuvo antes de las generales. Y la mantiene a pesar de que toda España ha visto cómo lo que le priva es llegar a acuerdos con el autócrata, con el que la única actitud posible sería la oposición permanente a cualquiera de sus propuestas. Parece que sólo quiere seguir sirviéndole de apoyo para y seguir dialogando, cuando, en este momento, el diálogo está agotado, e impera (nunca mejor empleado este término) la intemperancia del cinismo sanchista.
En su ceguera, innata o mal aconsejada, pretende también que los españoles con algo de juicio —que aún quedarán, supongo— no sepan si usted pinta blanco o negro, con eso de pactar acuerdos constitucionales y parlamentarios con Sánchez los días de diario, al tiempo que convoca manifestaciones para ir contra la extorsión a España o por una ofensiva sin cuartel los fines de semana, cómo si a una traición absoluta se le pudiera combatir a días alternos, sólo con la evanescente acción de apoyarle a usted. No se da cuenta de que, si hubiera feroces críticas socialistas, serían precisamente la indicación de que se iría por el buen camino. Pero usted pretende las palmaditas, con la esperanza de que alguna vez les duela la mano.
Aunque, cierto es, usted y su partido, como bien están demostrando en los lugares donde actualmente tiene mayoría absoluta, no son una alternativa al sanchismo, sino una simple sustitución, porque, cuando pueden derogar algo, no lo hacen, y mantienen todas sus leyes y proyectos. En realidad es comprensible, porque ambos pretenden aplicar a los españoles la empobrecedora Agenda 2030, cuyas pretensiones absurdas y tiránicas ya las está ejecutando con maestría nuestro dictador particular, traicionando al pueblo español. Y, en eso de la traición ¿piensa seguir colaborando, señor pretendiente?