No, no se confunda con el título. No me refiero a los guardias civiles de mar, campo y asfalto, sino a los que le hacen de guardia expectante al señor (es un decir) Grande M (completen la M como quieran), y le siguen en sus apariciones, hombreras llenas de estrellas y sumisión permanente, a la espera de que les caiga algo.
Me refiero también a sus comisarios políticos que exageran los cumplimientos de órdenes claramente injustas desde su origen, e inician la represión feroz de peligrosos maleantes que rezan el rosario o defienden el pan de sus hijos —y de paso el de todos—, mientras que ceden ante auténticos terroristas violentos.
Y me refiero a esos seres sin conciencia, desgraciadamente abundantes, que, en cuanto le dan un uniforme y una porra, se olvidan de qué son y de dónde proceden, dejando salir su alma violenta tanto más desmesuradamente cuanto más indefensos o pacíficos son aquellos a quienes atacan.
Como ciudadano, a todos ellos mi más expreso desprecio que, por supuesto, alcanza grado sumo cuando pienso en su jefe, el antes juez y desde hace un tiempo elemento destructivo de la esencia de las FF.CC. del Estado, convertidas por él en pretorianos de dictadores.
Incomprensiblemente, incluso les niega los elementos para realizar su labor.
Es demasiado frecuente que sus planteamientos estén más motivados por estrategias partidistas que ignoran las realidades que llevan a sus subordinados a situaciones de ineficacia patente e incluso de peligro de sus vidas, como sucede en tantos sitios, y acaba de ocurrir en Barbate, donde han muerto dos guardias civiles y hay heridos graves a manos de los narcotraficantes que infestan la zona, que se permiten jalear a los asesinos, y que tienen sus embarcaciones amarradas en el puerto de esa población, sin que haya actuación alguna contra ellos, a pesar de los continuos informes de los responsables de zona a tal respecto.
Todas las lanchas de la Guardia Civil estaban en ese momento en reparación y los agentes asesinados (sólo “muertos” según un tal Sánchez) tuvieron que enfrentarse a las planeadoras de los narcos con una zódiac.
La reparación de esas lanchas no era una urgencia para este ministro (también es un decir) del Interior, más obsesionado con sentirse histéricamente amenazado por la dignidad que la Guardia Civil demuestra en todas sus actuaciones, que por facilitar los medios y sueldos que sean un respaldo al valor y excelencia de su trabajo.
Ministro Grande M, además de inepto, ahora también es usted responsable de dos asesinatos. ¡Váyase de una vez!
Por cierto, Barbate se llamaba Barbate de Franco. Eso también es memoria histórica.