Hace unos días oí la voz de Sánchez clamar en uno de los mítines en los que adoctrina a sus corderos. Decía a voz en grito que Feijóo siempre hace lo mismo, primero dice que no. Luego cambia, y dice que sí. Su gesto indicaba su pensamiento: “¡qué calao lo tengo”! o algo así.
Cuando un adversario dice esas cosas, el destinatario de la frase debería avergonzarse.
Por un lado, porque el adversario ha constatado que siempre ocurre la mudanza, ya que conoce de sobra al destinatario. Y por otro lado, porque, ante tal proclamación pública, un destinatario decente sólo tiene dos caminos: rebatírselo también públicamente, o cortar todos los puentes con semejante adversario.
Una opción complementaria es avergonzarse y rectificar.
Pero Feijóo no hace nada de eso. Sólo mueve un poco lateralmente la cabeza al decir que no, y luego, confirmando a su adversario, le promete que le apoyará si le hace falta.Esto es como una promesa, no un argumento de oposición.
Sánchez, en su confusión ego/país, decide dictatorialmente que Vox no participe en la Comisión de Defensa para decidir el gasto militar, y Feijóo primero protesta por ello, y luego asiste.
Por citar fechas próximas, en noviembre Feijóo dijo: “Tengo la esperanza de que el PSOE evitará que pactemos con Vox”. Es decir, que de oposición frontal a Sánchez nada de nada, y sí esperanza de que le mire, y le deje un hueco a su lado.
Feijóo prometió derogar la Ley de Memoria Histórica hasta en 10 ocasiones: “es un episodio indigno de nuestra democracia”, dijo a principios de diciembre. Pero, en esas mismas fechas, su filial de Baleares acuerda el mantenimiento de esa ley.
Ese mismo mes, para hacerse valer por el tirano al que admira, Feijóo evitó que Vox pudiera llamarlo para declarar en la comisión de su Begoña.
En diciembre dijo que “mantendrá una oposición ‘propositiva’ a Sánchez en un 2025 marcado por la corrupción”. Es decir, que, pese a reconocer que en 2025 el PSOE seguirá igual de corrupto que en 2024, le anuncia que tiene propuestas para él. Lo dijo el día de los inocentes, por lo que quizá sea disculpable.
En enero de 2025 el PP afirma que apoyará la reforma de las pensiones pese “a no estar de acuerdo en cómo se hizo”. Es decir, te digo que lo haces mal, pero te apoyo.
A final de mes, el “exitoso” barón pepero Moreno Bonilla, al que algunos tienen en cuenta para la sucesión nacional, en pleno fervor constitucional, esconde la bandera de España en la firma de un acuerdo de colaboración “verde” (ya sabemos lo que significa este adjetivo) con el estado alemán de Baden Württemberg. Días antes, ante la protesta de los ecologistas por los rellenos de Gibraltar en aguas territoriales españolas, don Juanma había autorizado que se exportaran esas piedras (van ya un millón de toneladas servida a don Picardo) porque era un negocio de una empresa española. Se ve que, como con la bandera, el hecho de que Gibraltar se expanda por aguas españolas con piedras españolas le parecía bien. Recuerdo que en clase de griego, en la facultad, traducíamos una fábula en la que un pino se quejaba de que lo iban talando “sfenas ex autés poiuntes”, es decir, clavándole cuñas de su misma madera. Es lo que hace el progresista Bonilla con Gibraltar. Y Feijóo sin abrir la boca. ¿o quizás es que no se entera de que el tema de Gibraltar es una razón de estado’
En fin, todo un historial de colaboración del PP y su cabeza de lista con la tiranía propia y la extorsión ajena, y de intentos de postularse como alternativa pactante, reforzado por la traición de los peperos europeos, victoriosos en Austria y Alemania, en su alianza con los perdedores socialdemócratas, alianza claramente rechazada por las poblaciones de ambos países. Un ejemplo a tener en cuenta, pensará Feijóo.
Por eso Sánchez dice a voz en grito que el Feijóo siempre dice que no, pero luego dice que sí. Lo va conociendo bastante bien. El problema es que a Feijóo no le da ni vergüenza.
¡Menuda alternativa para España!