Domingo 24 de mayo. No hace mucho calor. El cielo de Madrid se descubre a ratos entre las nubes que lo ocultan. Y bajo él, en la plaza del Rey, ante el confuso Ministerio de Cultura, ciudadanos madrileños se reunen para mostrar su oposición al Gran Hermano SGAE, a su canon indiscriminado e injusto, a su tentativa de sacar producto de esa fuente gratuita de libertad que es Internet, a la que, de paso, quieren poner filtros y controles.

Con las voces de los afectados y el apoyo de los asistentes, quedó claro que ese canon, que se aplica a cada vez más cosas, tiene menos que ver con la propiedad intelectual que con el forraje personal.

Quedó claro que de la ingente cantidad de millones recaudados, tan sólo una parte se distribuye entre cuatrocientos o quinientos autores; el socio veintiocho mil y pico, que tuvo voz para denunciar y que era creador de más de 300 composiciones musicales, tan sólo recibe 60 euros anuales por toda su obra. ¿y el resto? «gastos de gestión» leí en una entrevista a un miembro destacado de la SGAE que no negó el tipo de reparto antedicho.

Quedó claro que el afán recaudatorio se parece más a un expolio legal –porque se ajusta a una ley- pero en forma alguna justo, y aún tienen la desfachatez de decir que los usuarios son los delincuentes en potencia y los presuntos piratas.

Quedó claro que ese robo institucional, más el proyectado de cobrar 20 céntimos por libro que se lea en una biblioteca, son el ataque más feroz a la libertad, a la educación y a la cultura de los tiempos de la España democrática, y que todo ello ocurre con la permisividad e incluso la planificación de un gobierno que basa su permanencia en el clientelismo y la subvención interesada más que en el proyecto de mejora democrática de la sociedad.

En la Roma clásica, allá por el año 150 a.J.C, Catón el Viejo tenía una idea fija: Cartago debía ser destruida. Por eso terminaba todos sus discursos ante el Senado con la misma frase: «Delenda est Cartago». En base a la experiencia y a la información, yo también he llegado a tener como idea fija que la SGAE -un nido de caciques explotadores- debe ser auditada, expuesta a la luz pública e incluso, si llega el caso, destruida y sustituida por algo más justo y razonable. Por ello terminaré todas mis entradas en este blog con una versión moderna de la frase de Catón: Delenda est SGAE