El ministro de Educación de toda España, sr. Gabilondo, junto con el gobierno al que pertenece, ha permitido la ley del catalán que impone esta lengua como única en una parte del territorio nacional, Cataluña, lo que, además de cualquier otra consideración, es incluso claramente inconstitucional. Y además, ante las protestas por semejante despropósito, no tiene más respuesta que «atenerse a la legalidad». Como si la ley -que es el fundamento de esa legalidad- no fuese cosa suya ni de sus colegas gobernantes.

A igual que su jefe, pone la permanencia en el poder por encima de cualquier cosa.

No se hace por un motivo social. No se hace para defender la justicia. ¡Mucho menos por la libertad!

¿Donde están los valores que dice defender el partido socialista? ¿Se han diluido ante la apetencia del poder? Quizá habría que preguntarse si alguna vez han existido fuera de la demagogia.

Una y otra vez el partido calla. Sus votantes callan. Los actores de la ceja y otros habituales manifestantes callan. Las gentes que se dicen socialistas asisten y asienten en silencio a la desmembración paulatina de un país en aras de la locura nacionalista, sin que esto tenga nada que ver con ninguno de los principios que dicen esenciales del socialismo.

Tampoco el partido popular levanta la voz al respecto, convirtiéndose, como en tantas otras ocasiones recientes, en mera comparsa fracasada del poder.

En la desolación, me acuerdo de Miguel Hernández cuando decía aquello de «no soy de un pueblo de bueyes». Hoy no podría decirlo.

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente
imponentemente mansa,
delante de los castigos
los leones se levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

Hasta hoy.

-AELPON-Alfredo Vílchez

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