Estoy viendo llover en otoño, y eso hace aún más absurdo escribir sobre el Cambio Climático. Como otras veces, lo escribo con mayúscula, porque es una consigna, no un hecho. El hecho real sería el cambio del clima, que, como ya sabemos -ver artículos anteriores- ocurre continuamente en la historia de la Tierra, aunque, como alguien ha dicho, hay muchos histéricos que dicen SALVAR AL PLANETA, como si el planeta no hubiera pasado por peligros mayores que ellos.

Oigo caer la lluvia, como hace ya cincuenta años nos decían en la facultad que debía de hacer en otoño en el clima español. Ha hecho calor en verano, como muchos de los veranos que he vivido. Septiembre ha refrescado, como siempre. El veranillo de san Miguel -o de los membrillos, como dicen en mi tierra granadina- ha llegado también a su hora. Llevo algunas semanas oyendo la berrea de los gamos en las fechas en que siempre lo han hecho. Las hojas de los árboles se colorean y caen cuando las temperaturas son adecuadas, como todos los otoños.

¿El cambio climático dice usted? ¿que lo provocamos nosotros, y que es un peligro para la Tierra, me cuenta? ¡Vamos, hombre, sea serio! ¿o es que quiere engañarme?

De vez en cuando hay gente sincera que reconoce que escribe verdades a medias, como el climatólogo que dice que lo ha hecho así para que le publiquen en las revistas Science y Nature, pero en general, el IPCC (aquel organismo creado exclusivamente para justificar el Cambio Climático, ¿recuerdan?),, no solo ha mantenido en silencio las conclusiones de sus científicos que no avalaban la teoría oficial, sino que, incluso las opiniones de los que podían apoyarla las ha desvirtuado en sus informes, más dedicado a orientar a los políticos que a informar al resto de los investigadores y a la gente, como ya dijimos. Y los responsables de organismos internacionales, siguiendo las pautas marcadas, insisten continuamente en sus anuncios apocalípticos.

No obstante, aunque creo que ya se han dado datos suficientes para que quien busque la verdad esté informado, recientemente ha habido noticias que pueden cambiar totalmente el panorama.

La NASA sabe desde hace más de 60 años que los cambios climáticos que están produciendo son completamente naturales y normales y no tienen que ver con las gasolinas o los gasoiles que se dicen peligrosos.

Aunque la tónica ha sido el silencio, como era pertinente, los resultados están ahí, y van en contra de lo promulgado.

El grupo CLINTEL, que reúne a más de 1600 científicos, ya dijimos también que niega que el cambio del clima actual sea perjudicial para la humanidad, y, por supuesto, su origen antropocéntrico. Y el premio Nobel de Física de 2022, John F. Clauser no tiene problema en afirmar que la pseudociencia climática de la ONU es una de las mayores fuentes de desinformación.

Ante esta avalancha de negacionistas ilustrados, algo empieza a cambiar, y ya el primer ministro británico, Rishi Sunak, entre la ciencia y, sobre todo, la realidad, ha vuelto a optar por los combustibles fósiles, e incluso los irreductibles de la aldea verde alemana aceptan ahora el uso de las centrales de carbón para obtener energía eléctrica.

Pero en nuestra opinión, se han dado dos acontecimientos mucho más importantes que hay que tener muy en cuenta.

Primero: el nuevo jefe del IPCC, Jim Skea, rompe los tabúes del grupo que lidera afirmando que la subida de 1’5 grados en la temperatura global no es una amenaza para la humanidad (lo contrario de lo que se viene afirmando oficialmente), y, aún más importante, pide “un enfoque equilibrado sobre el cambio climático”. ¡Ya era hora de que se dieran cuenta!

Segundo: el magnate Bill Gates, aquel que jugaba a ser dios y quería tapar parte de un país europeo con nubes artificiales para modificar su clima, aquel que en 2020 decía en su blog (Gates Notes) que “por terrible que sea esta pandemia, el cambio climático podría ser peor”, dice en octubre de 2023 que el calentamiento global no tiene consecuencias apocalípticas, que la Tierra no está en peligro,  que el objetivo de reducir la temperatura del planeta 1’5º no es tan importante, que los países industrializados no tienen la culpa de la mayor parte de las emisiones de CO2… e incluso que los impuestos que en ellos se están poniendo por las emisiones de CO2 a empresas y trabajadores están haciendo que estos últimos sufran una carga excesiva que los empobrece. ¡Quién te ha visto, y quién te ve!

Sin duda para ambos, Skea y Gates, los argumentos de los “negacionistas” son tan realistas que les han hecho renunciar a sus opiniones habituales.

Dado que el Cambio Climático era la amenaza permanente que justificaba todas las acciones totalitarias de la Agenda 2030 [A.2030 en adelante] —ciudades de 15 minutos, eliminación del ganado por las ventosidades, impuestos por el CO2 que nadie sabe en qué se gastan luego, cambio obligado de vehículos y de instalaciones, etc, etc—, la negación de su importancia por personajes tan significados elimina por completo la causa justificadora, y deja la A.2030 como lo que realmente es: una imposición totalitaria que busca, sobre todo, el control de la población en todos sus aspectos.

Pero de todo esto no quieren enterarse en la ONU, donde Guterres continúa con su “etapa de ebullición”; ni en la UE,  en la que muchos parlamentarios siguen usando el Cambio Climático para justificar sus medidas restrictivas (que, al parecer, alcanzan también a la Asamblea, casi siempre vacía); ni se entera la dañina ministra del gobierno (es un decir) de España Teresa Ribera, que continúa hablando de “genocidio climático”; ni organizaciones como Greenpeace, a pesar de que uno de sus cofundadores, Patrick Moore, denuncia la farsa del Cambio Climático y la politización de la ONG; ni los periodistas sobrecogedores que, además de no atreverse a salir de la línea nutricia, hacen a menudo el ridículo con sus afirmaciones, como el sectario presentador de RTVE Xabier Fortes, que, durante el desfile del Día de la Hispanidad, afirmó que “a veces el cambio climático tiene algo bueno”, refiriéndose al magnífico y soleado día en que se celebró la fiesta. Este pobre hombre, aunque en línea con sus habituales intervenciones, todavía no se ha enterado, como muchos otros de los antes citados, de que no es lo mismo tiempo que clima, que lo que hizo el 12 de octubre fue buen tiempo y no buen clima, y que el tiempo se observa por días, por meses o por estaciones, mientras que para el clima hacen falta siglos.

Porque esa realidad que ha quedado evidente empezó con el fracaso de las predicciones catastrofistas, como se observa en el cuadro y gráfico adjunto:

Como se ve, en 2023 el Ártico goza de algo más de salud de la que le asignan los profetas. Han fallado en cuanto a profecías, pero han tenido éxito para que algunos obtengan auténticas fortunas con el infortunio que predican (Al Gore), vivan del cuento (Greta) o busquen asustar a la gente para beneficiarse del pánico (Antonio Guterres y la ONU), por lo que conviene todavía hablar de algunas cosas específicas.

Además de la “era de la ebullición” de Antonio Guterres, de la que ya hemos hablado, la ONU también ha dicho que el pasado mes de julio ha sido el más caluroso…de los últimos 1.200 años (nunca dicen dónde se ha dado el calor ¿se han fijado?), como recordarán. Semejante tontería entra en conflicto, sin ir más lejos, con las noticias de épocas en que aún no preocupaba eso del “Cambio Climático”

Y qué decir de aquello de que se van a derretir los polos, cuando la Antártida tuvo en 2021 los seis meses más fríos jamás registrados, el segundo año con más hielo desde 2003, y crece más que disminuye. Y es precisamente la Antártida la zona que, en caso de calentamiento, debería preocupar, por dos razones: porque tiene un volumen de hielo 1.250 veces superior al hielo del Ártico, y porque el hielo ártico flota en su mayoría, con lo que, si se derritiera, no aumentaría el nivel del mar (que, por cierto, el promedio mundial ha aumentado…20 centímetros de 1901 a 2018), ya que el volumen ocupado sería el mismo. En cambio, el hielo antártico está sobre superficie terrestre, con lo que su licuación sí que afectaría al nivel de los mares, pero, como no existe el calentamiento global extremo, no hay que preocuparse, porque, como hemos visto en el gráfico anterior, la Antártida, desde 2009 a 2019, perdió 12.256 km2 (áreas de la Península y de la Antártida Occidental) pero ganó 17.560 km2 (plataformas de Ross, Ronne y Filchner, y Antártida oriental), con lo que, en total, creció 5.304 km2 en ese periodo.

Y eso en extensión. Si además contamos que el espesor medio del hielo es de 2.500 m. (Peñalara, la cumbre más alta de la Sierra de Guadarrama, tiene sólo 2.428 metros sobre el nivel del mar), con lugares donde ese espesor es de 4.776 m. (Tierra Adelia), podemos hacernos mejor idea de lo que significaría un deshielo de la Antártida, que, como acabamos de ver, no se produce.

Todo eso en el sur. Pero en el norte, en Groenlandia, la capa de hielo ha registrado un aumento de 11 gigatoneladas (una gigatonelada son mil millones de toneladas).

¿Dónde queda aquello del calentamiento global por el cambio climático? Sólo en los planes de quienes quieren asustar a la población y lucrarse con la implantación de la tiránica A.2030.

Por cierto, hablando de población, ¿recuerdan aquello de que somos demasiados sobre el planeta? Veamos también algunos datos sobre la población actual, 8.000 millones en 2023, e incluso sobre un aumento futuro hasta 9.000 millones.

Es decir, que, en esa asignación de espacio, una familia de cuatro miembros podría disponer de 3.840 m2 en Australia o 4.240 m2 en Brasil. Y aunque, como está usted pensando, la mayor parte de la población vive en vertical, no en horizontal, imagine la cantidad de m2 que sumaría la cesión de los derechos de esa gente vertical para los servicios comunes necesarios. Por tanto, también queda claro que eso de que no cabemos también es un cuento….globalista  (por no asignar la nacionalidad tradicional)

Otro de los mantras relacionados con el ya demostrado falso origen humano del calentamiento global, son las emisiones de los vehículos de combustión, que sirve de excusa para forzar su sustitución en 2035 por vehículos eléctricos que no contaminan.

Un poco más adelante hablaremos de si contaminan o no. Ahora sólo piensen que su precio los hará inasequibles para el 70% de la población, lo cual es precisamente lo que la Agenda 2030 quiere, como han publicado claramente en su “The future of Urban consumption a 1’5ºC world. C40 cities».

Así podrán tener a la mayoría de la población encerrada en sus Ciudades 15 Minutos. Las élites no. Los “potentes” —como llamaban los romanos a los poderosos— podrán circular en sus coches eléctricos por donde quieran, aunque también eso está por ver, ya que ni las baterías aguantan mucho, ni hay suficientes electroneras para recargar, ni la velocidad de recarga facilita la brevedad de un viaje, y ni siquiera la producción eléctrica alcanzaría el volumen necesario para los coches eléctricos en circulación (recuérdese que el CEO del banco J.P. Morgan ya advertía que el rendimiento de los parques solares no era suficiente, y que había que quitarle las tierras a los particulares -expropiar- y entregárselas a las corporaciones globales para poder producir suficiente. Ver en el artículo «Una visión global sobre el globalismo totalitario»).

A esta invalidante pobreza personal de no poder tener vehículo, sumen el alto coste de la sustitución de las calderas de gas por las carísimas bombas de calor que pretende la UE, o al alto coste de adaptación de eficiencia climática que también quiere imponer esa UE, que tanto se preocupa por el pueblo, y las limitaciones incluso en la alimentación, al no poder costear la carne artificial (por ahora 100 € medio kilo) que sustituirá a la ganadería que quieren eliminar. La mayor parte de ese pueblo en nombre del cual dicen aplicar la A.2030 vivirá en la miseria, aunque reciba subvenciones a cambio de su libertad, subsidios que ni le alcanzarán para una existencia digna, ni, en los casos afortunados, podrá disponer libremente, porque, con la implantación del dinero digital, le controlarán cuánto tiene, cuánto gasta y en qué, debiendo aceptar esas limitaciones como buen ciudadano no negacionista ni insolidario (¿recuerdan lo de la pandemia y las vacunas?).

Nos estamos saliendo del tema del falso cambio climático, aunque éste sea el argumento que hace posible el miedo y la consiguiente sumisión al totalitarismo.

Íbamos por lo de los coches eléctricos, que se deben imponer porque no contaminan. Pero eso no es cierto. En cuanto al coche ya acabado, un estudio de la marca Volvo concluye que un coche eléctrico contamina un 70% más que uno de gasolina, pero que durante su vida útil contamina menos… aunque esa duración dependa de la de las baterías y del tipo de estas.  Según ese mismo estudio, la diferencia de emisiones de un coche de gasolina y uno eléctrico es menor del 10% a nivel mundial y de un 20% a nivel de la UE. Eso sería si la energía utilizada procediera del viento o del sol. Pero, como ya hemos dicho, con esas fuentes no es suficiente, y mucha de la electricidad utilizada se produce quemando combustibles fósiles: carbón, petróleo o gas. Además, los materiales con los que se fabrica el coche eléctrico (cobre, litio, níquel, manganeso, cobalto, zinc y tierras raras) son costosos de extraer, generan enormes riesgos para los trabajadores y grandes problemas medioambientales. Y, lo que es peor, es dudoso que se pudiera extraer suficiente cantidad de estos minerales para convertir en eléctricos los 1.200 millones de coches que circulan por el mundo (de los cuales, por ahora, sólo son eléctricos el 1%). Aunque ya sabemos que eso no preocupa a los de la A.2030, porque esperan que sólo un 2% de personas puedan tener vehículo privado en el futuro que proponen, como vimos.

El coche convencional utiliza cobre, manganeso y otros materiales, pero no litio, y necesita 6’5 veces menos material que el coche eléctrico: 34 kg. de materiales el convencional frente a 207 kg. el eléctrico. Por tanto, incluso exclusivamente desde el punto de vista económico de su fabricación, hasta que mejoren estas cifras la posible transición al coche eléctrico será mucho más larga que la que los plazos políticos y arbitrarios quieren imponer en la UE, y eso en el caso de un mercado normal, no condicionado por las exigencias de la A.2030, aunque los argumentos para esa imposición se están viniendo abajo, como vimos al principio.

Por tanto, está claro que el ridículo 1’3% de emisiones de CO2 de los vehículos de la UE que muestra el gráfico de abajo no justifican, ni en el mundo y mucho menos en Europa, la insistencia urgente de Bruselas en eliminar el diésel y la gasolina en 2035.  Otro tipo de intenciones ocultas lo deben hacer necesario.

Ya para terminar, hablemos de otra pega de los coches eléctricos: si se incendian, necesitan materiales especiales para extinguir el fuego, porque no sirven el agua, la espuma, el polvo seco o el CO2, el humo es tóxico, y las baterías van explotando una a una, con las consecuencias que es fácil imaginar, viendo lo ocurrido recientemente en el Metro de Madrid con la pequeña batería de un patinete.

Como comentaba al principio, en los cinco artículos publicados hay datos suficientes para demostrar que el Cambio Climático no sólo es un camelo, que también, sino una cortina de humo para ocultar otras intenciones de control poblacional a nivel mundial. Y el que no quiera creerlo, que no lo haga. Cuando compruebe que es verdad, ya no tendrá remedio. Ni para él ni para los demás.

Ah, por cierto, la mejor manera de evitar el control absoluto con la imposición del dinero digital es usar cuanto más mejor el dinero físico de siempre. Quizás con eso se les estropean los planes.

Porque recuerde: el dinero digital no es que vd. saque SU dinero del banco con tarjeta, móvil u otros medios, sino que será sólo una cuestión contable. Es decir, el mandamás de turno le dirá de cuánto puede disponer. Si usted se gasta demasiado le llamarán al orden. Si usted no lo gasta en lo que le digan que es bueno para el planeta, para la sociedad, o para lo que ellos determinen, le llamarán al orden. Y si le llaman mucho al orden podrán desde impedirle sacar su dinero hasta anular su uso totalmente. Ese es el Euro Digital que está empezando a implementar en estos días el BCE. El Cambio Climático les importa un rábano. Lo que busca —no nos cansaremos de decir— es el control.

La excusa que le dan de que con el dinero digital se frenará mejor el narcotráfico, la fuga de capitales, etc. es un cuento (como si no hubiera medios hoy día para eso). Delincuentes siempre habrá, y buscarán los resquicios de cualquier sistema. Y, si no, que se lo pregunten al Tito Berni o a los de los ERE, por no hacer más larga la relación de los gastadores a costa de sus impuestos.

Sea ciudadano libre para pensar y vivir, y no vasallo solidario. Use los billetes.

Alfredo Vílchez

Artículos en periódico «Elespañoldigital«