No. Braveheart no es un nuevo grupo de comunicación, sino la película de Mel Gibson en la que usted está pensando. ¿Y qué tiene que ver con las candenas de televisión? Pues a ello vamos.
Hace unos días me enteré de que Carlos Herrera dejaba su programa de Onda Cero, en Antena3, «Herrera en la onda».
Herrera no ha dicho qué piensa hacer ahora. Solo le oí dejar claro que se da tres meses antes buscar de cualquier otra opción, y que los pasará en Estados Unidos. Salvo lo por él explicado, no sé qué otras razones habrá tenido, pero a mi, ciudadano de a pie, me ha parecido congruente esa renuncia.
Las veces que he oido la radio, he procurado escuchar su programa, porque siempre me ha parecido que lo llevaba de una forma sensata, democrática y liberal, nada sectarista.
Precisamente por eso, no entendía como podía formar parte del mismo medio de comunicación que edita La Sexta.
Y con ello llegamos al meollo de este artículo (me niego a llamarlo con esa cursilada neologística de «post»). Atresmedia, editora de La Sexta, y Mediaset, editora de La Cuatro, parecen dedicadas últimamente a promocionar a tumba abierta al partido Podemos. ¿Por qué?
Pienso que, en el más puro estilo capitalista, han encontrado motivo de negocio incluso en poner en sus antenas a un partido que ha dicho muy claro que la televisión ha de ser pública exclusivamente.
Aparentemente, es como tirar piedras en el propio tejado, pero, fijándonos un poco, se trata de sacarle jugo incluso a eso (recuerdo que la primera librería que puso a la venta montones de obras sobre el PC, cuando lo legalizaron, fue El Corte Inglés), porque la cantidad de gente «indignada» que se dice seguidora de Podemos representa un alza significativo de la audiencia, con lo que esto supone de visionado de anuncios, de interés consecuente de los anunciantes, y, en definitiva, de engrosamiento de las arcas de las empresas de Medios.
Además, puede implicar el doble juego de tener cadenas y programas para el caso de que las cosas sigan igual, al tiempo que se dispone de cadenas y programas que han sido fundamentales en el apoyo de una fuerza en su opinión emergente, de la que esperan recompensa en caso de triunfo.
Es aquello tan viejo de poner una vela a Dios y otra al diablo.
Y por eso me he acordado de Braveheart. En la película, el padre de Robert Bruce, aspirante al trono de Escocia (Robert, no su padre), explica bien claro que lo que deber hacer su hijo es tener grandes posesiones en Inglaterra y otras tantas en Escocia, para ganar siempre, sea cual sea el resultado de la lucha. ¿Que esa lucha significa la ruina de Escocia y cientos de víctimas crédulas? No importa. Lo esencial es permanecer siempre en las elites del poder y acrecentar la fortuna propia.
Por eso me acordé de Braveheart cuando estuve un rato pensando en Atresmedia y Mediaset.
Buenos días, y hasta el próximo.
Alfredo Vílchez