Don Carlos Martínez Shaw, catedrático emérito de Historia Moderna, se mete a periodista en el más puro estilo panfletario, publicando en el País (enlace) un artículo titulado “La reconquista del nacionalcatolicismo”, criticando la película de José Luis López Linares “Hispanoamérica. Canto de vida y esperanza». (pulsando en la imagen, se amplía)

Cuando un articulista, sea catedrático o no, comienza con fases como “nos ofrece algo así como una segunda parte”, ya demuestra lo que pretende, porque ese algo así abre la puerta a una opinión nebulosa e imprecisa utilizada para negar una evidencia. Si “Hispanoamérica…” es una segunda parte de “La primera globalización”, como afirma, con citar el título habría bastante, sin introducir ese algo así para sembrar dudas sin fundamento ya desde el principio. Y si no lo es, razón de más para una correcta referencia.

Luego sigue en la nube gris oscura hablando de “la supuesta leyenda negra” de España, como si esa Leyenda Negra fuese una conjetura, una hipótesis, y no una realidad asfixiante que ha marcado incluso el devenir historiográfico de España en escritos y enseñanzas.

Continúa en el primer párrafo negando la posibilidad de opinión sobre el documental a aquellos que no son historiadores ni expertos. Habría que consultarle a él cuáles considera historiadores y expertos, que es una de las sendas exclusivistas que han mantenido como cotos cerrados los departamentos universitarios.

En el segundo párrafo considera que la imagen de la consideración idílica de las culturas precolombinas “es ya una caricatura caducada y obsoleta”. Debería preguntarle a los movimientos indigenistas que reivindican actualmente ese paraíso, pero no creo que le interese la más mínimo precisar su afirmación cuando, líneas después, expresa la idea central de su artículo: “Esta narrativa se construye sobre las bases ideológicas creadas en su día por el franquismo”. ¡Acabáramos! Ya salió Franco ysu utilización desaforada y acrítica de la obra de España en América”.

A partir de aquí se dedica a minusvalorar cuánto se afirma en el documental, y a resaltar los aspectos negativos, que sin duda los hubo, como haría cualquier negrolegendario que se precie, y a los que no se les exige certificado de historicismo ni capacidad de experto.

Critica, por ejemplo, que el documental se refiera a las tres mujeres más importantes de la historia de América: Isabel la Católica, doña Marina y la Virgen de Guadalupe. Por cierto, el término mujeres lo pone entre comillas, seguido de un paréntesis con la aclaración “sic”. ¿Esas comillas se refieren a que duda que fueran mujeres? ¿Ese “sic” significa que hay que considerar esa duda como fundamental, o se refiere a que no fueron importantes, como afirma a continuación?

Isabel la Católica lo fue porque, como sabe don Carlos, gracias a ella los precolombinos y sus descendientes fueron considerados vasallos, no esclavos (ya sabemos que hubo delincuentes, como los hay hoy en mucha mayor cantidad, pero lo que cuenta son las leyes, no sus infractores).

La Maliche, doña Marina, fue importante porque, como también debe saber don Carlos, fue un nexo de unión idiomático y carismático que facilitó, entre otras cosas, que los explotados por la tiranía mexica supieran en quién apoyarse para librarse de su condición de ganado sacrificable.

Y la Virgen de Guadalupe, imagen de una mujer, sin comillas, fue la idealización de todo un pueblo desde sus niveles más humildes, que ha sobrevivido hasta hoy.

Como nos decía mi nunca olvidado catedrático de Historia Moderna, don José Cepeda Adán, junto a cada conquistador había siempre un cura y un notario, frase simbólica de que España trasladó a América su ser completo, con leyes y estructura administrativa, y con convicciones religiosas. O usted, señor Shaw ¿negaría la importancia de la religión en los vivientes en el siglo XVI, españoles o no?

Todo eso ha intentado borrarlo esa Leyenda Negra que usted, señor Shaw, califica como ”supuesta”, de la que fueron agentes activos los ilustrados americanos que usted cita como faro racionalista, “libertadores” de los habitantes de unos territorios que, antes de esa redención, disfrutaban de mayor nivel de vida que sus homólogos europeos, y que fueron colaboradores eficaces de la posterior explotación —ilustrada, eso sí— de una tierras y una gentes separadas y enfrentadas desde los momentos de la secesión, provocando miseria, deuda y exterminio de unos indígenas hasta esos momentos protegidos personal, lingüistica y económicamente por las leyes de un país con dos orillas atlánticas llamado España.

Por cierto, cuando hable de los valientes araucanos chilenos, mapuches, no olvide decir que, una vez comprometidos con España mediante pactos, fueron los más fieles defensores realistas frente a los ilustrados creadores de patrias ficticias.

Del resto de su artículo, señor Shaw, no merece la pena ni comentarlo, por dos razones: Primera, porque, como ya le he dicho en líneas anteriores, es una suma de exageración de defectos que sólo pueden tenerse en cuenta si usted cita un país que no los tuviera, y en mayor grado. Y segunda, porque que el hispanismo no sólo es una realidad hoy día, a pesar de negrolegendarios y “libertadores”, sino que, además, es una esperanza de futuro para unas sociedades que mantienen un idioma común, unas tradiciones comunes, y una base religiosa común.

¿O usted sigue creyendo que todo esto, y su símbolo en la película “Hispanoamérica”, es cosa que nace con el franquismo?

Pues, como dicen en mi tierra, está “usté apañao”, don Carlos.

Alfredo Vílchez.  Doctor en Historia