Con frecuencia, y ahora más, el presidente de algo llamado gobierno —término vacío de contenido, que puede sustituirse por “control permanente”— anda a vueltas con el recuerdo de la II República. Anda a vueltas, digo, soñando con ser el presidente de otra República, el presidente de Europa, y el presidente de la Confederación Galáctica si llega el caso.

Incluso en tiempos en que se estaba muriendo la gente a chorros, todavía mantenía su intencionalidad totalitaria, lo cual indica que, en realidad, los muertos le importaban sólo en tanto eran indicadores de una situación anormal que podía servirle para implantar medidas de control absoluto, de las que históricamente se ha comprobado que es muy difícil salir.

Y se dedica, repito, a reivindicar un término, República, que quiere asimilar a libertad, democracia, paz y ventura, cuando nada hubo más lejos de la realidad en aquel tiempo, y lleva camino de no ser así tampoco ahora.

Para empezar, la República no nació legal, porque surgió después de unas elecciones municipales, no legislativas, ante las que la Monarquía se asustó y cedió. Y ni siquiera en la mayoría de las ciudades habían ganado los republicanos, que lo hicieron sólo en algunas grandes urbes.

No voy a ampliar los ríos de tinta que ya se han escrito sobre el tema, pero sí dejar claro que, cuando los padres intelectuales de una idea abominan de ella, es porque no se ha producido un nacimiento sino un aborto, y eso es lo que les ocurrió a Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Pérez de Ayala y otros miembros de la Asociación por la Defensa de la República.

Es bueno recordar también que el concepto de República, para los totalitarios de la época a los que nos estamos refiriendo, sólo significaba gobierno de los republicanos y para los republicanos, y sería válido únicamente si eran los republicanos los que alcanzaban la victoria, llegando los extremistas de izquierda a desear la guerra civil si no se conseguía el poder (véase el socialista Largo Caballero).  Nada que ver, como es obvio, con los conceptos de libertad y democracia con que quieren adobar ahora el periodo.

Por cosas así, hubo republicanos que se sublevaron contra la república, Franco entre ellos (“Franco no se sublevó contra la República sino contra la chusma que se había apoderado de la República”, Manuel Azaña dixit) y hubo republicanos que fueron devorados por ella: políticos como Lerroux, militares como el general López Ochoa, o simples ciudadanos republicanos como Manuel Bueno y Sebastián Medina en Santa Fe, Antonio del Pino en Alhama de Granada, el alcalde de Castril, Juan Grañero, y muchos más.

También conviene dejar constancia de que, durante el tiempo de la República, hubo en España cuatro campos de concentración para los detenidos por la Ley de Vagos y Maleantes, que nació republicana —no fue cosa de Franco, no—, en la que, dentro del concepto “vagos” entraron muchos parados de larga duración.

Además, los reivindicadores, lo que reivindican en realidad es el periodo de 1936, en que las elecciones fraudulentas llevaron al poder al Frente Popular, episodio que cerró definitivamente la renqueante República para instaurar un proceso revolucionario y tiránico.

Como puede comprobarse, nada que reivindicar de aquellos tiempos. Pero el “presi” espera lograr sus obsesiones, porque ve que hay muchos cerebros vacíos, totalitarios en esencia, en los que pueden calar sus proclamas.

Entre la ruindad que esto refleja, la ignorancia que vemos expuesta en algunas entrevistas, y la obediencia apesebrada de la mayoría de los medios de comunicación y muchas instituciones, es probable que el “presi” aspire a lograr sus objetivos. Por cierto, si teclean “Totalitario” en el diccionario de sinónimos de la RAE, aparece “fascista”, pero, curiosamente, no “comunista”. ¿Tendrá algo que ver con lo que decíamos del pesebre de los medios de comunicación y de los subvencionados?

Y, para terminar, ya que andamos de evocaciones, recuerdo —porque lo anoté— el día en que, en un debate del Congreso, el Residente (sic) Sánchez se permitió intentar burlarse de la oposición diciendo «Hay mucho profeta del pasado. A toro pasado todos son Manolete». Esta frase dice mucho del cacao mental de un personaje que, precisamente a toro pasado, ha “vencido” a Franco, pretende ganar una guerra de hace ochenta y cinco años, y volver con la República. Eso ya no es «a toro pasado», sino «a manada pasada».

Si Retrógrado es el “partidario de instituciones políticas o sociales propias de tiempos pasados”, que dice la RAE, ya tenemos un adjetivo con que calificar al “presi”, y a sus planes totalitarios. Naturalmente, también se pueden emplear los sinónimos que la RAE da para Retrógrado: reaccionario, carca, ultra, rancio, atrasado. Elijan ustedes.

 

Alfredo Vílchez