En estos días se ha producido una visita a nivel de Estado del ministro Moratinos a Gibraltar. La primera de ese nivel desde que Inglaterra se apoderó de la roca traicionando a sus propios aliados.

Hoy día a muchos buenistas tal cosa le parece asunto menor, pero esa opinión suele partir, la mayoría de las veces, de la falta de conocimiento sobre qué ocurrió para que Gibraltar fuese inglés. A continuación pongo algunos datos para ilustración de bienintencionados (los malintencionados son capaces de negar incluso que hace calor a Madrid estos días de julio, y quedarse tan anchos, por lo que no les recomiendo el esfuerzo de leer estas líneas).

La ocasión del cerco y pérdida de Gibraltar tuvo lugar durante la Guerra de Sucesión al trono de España, que fue provocada por la muerte sin descendencia de Carlos II, el Hechizado, último rey de la Casa de Austria. Había dos pretendientes: Por un lado, el segundo hijo de Luis XIV de Francia, Felipe de Anjou, a quien le venían los derechos de su abuela María Teresa, hermana de Carlos II, y que, por tanto, era biznieto de Felipe IV de España. Y por otro lado, el archiduque Carlos de Austria, con derecho por su abuela María y su bisabuelo Felipe III de España.

Previo a la muerte de Carlos II, su mala salud y su no descendencia había hecho que las potencias europeas ya pensaran en el desmembramiento del imperio español, y en ese sentido Luis XIV había suscrito pactos de reparto. Pero cuando el testamento de Carlos II dejó ver que el rey español se decantaba por el pretendiente francés como su sucesor, pensando que era el mejor para mantener unidos los territorios españoles, Luis XIV olvidó tales pactos previos y aceptó integro el reino de España, lo que motivó el rechazo de Austria, Holanda e Inglaterra, sobre todo el de esta última, que veía peligrar sus planes imperiales sobre el mundo conocido por el poder que Francia y España unida conseguirían con un borbón en la corona española.

Pese a ello, Inglaterra y Holanda aceptaron la nueva dinastía española, pero no así el emperador Leopoldo I de Austria, que quiso hacer valer por las armas los pretendidos derechos de su hijo Carlos.

Comenzó así la Guerra de Sucesión española (1701-1714), y, una vez rotas las hostilidades, con Austria se alinearon Holanda, e Inglaterra, a causa de la declaración de Luis XIV de que Felipe de Anjou, pese a ser rey de España, conservaba sus derechos a la corona francesa. Más tarde se unirían Portugal e incluso el duque de Saboya, pese a ser suegro de Felipe de Anjou.

En resumen: unos extranjeros se pegaban con otros extranjeros por quedarse con la corona de España, sin contar para nada con la misma España, aunque dentro de ella los dos bandos tenían partidarios. Por Carlos de Austria estaban Aragón, Cataluña y Valencia; por Felipe de Anjou (luego Felipe V), el resto.

Austria carecía de marina, por lo que Holanda e Inglaterra proporcionaba los buques. Pero Inglaterra seguía siendo una aliada de Austria. Es decir, apoyaba con su ejército a que un pretendiente austríaco obtuviera integro el reino de España. En realidad el propósito inglés era conseguir los suficientes puertos y territorios para garantizar su extensión por el Mediterráneo y el Atlántico. Ya antes había conseguido de Francia la cesión de Menorca, y durante la guerra el almirante Lake ocupa Alicante, Mallorca e Ibiza.

En ese contexto es donde se produce, el 5 de agosto de 1704, la pérdida de Gibraltar.

El 1 de agosto se presenta ante la roca una potente escuadra del ejército del austríaco príncipe de Darmstadt, mandada por el almirante ingles Rooke. La fortaleza dependía del mando español del Marqués de Villadarias, capitán general de Andalucía, y la guarnición constaba sólo de 80 hombres y sus familias, aunque ante la llegada de la escuadra, el vecindario de la zona acudió a la defensa, lográndose reunir hasta 470 hombres. El armamento lo constituían 120 cañones, muchos de ellos inservibles, lo que el comandante de la guarnición, sargento mayor Diego de Salinas, había comunicado reiteradamente a Villadarias sin respuesta por parte de éste.

El día 2 se produce un desembarco de los aliados. Dos mil hombres cortan toda comunicación por mar y por tierra. Se induce a la rendición varias veces a los sitiados, siempre con resultado negativo por parte de estos, y el 3 de agosto, a las cinco de la mañana, comienza un bombardeo en el que 900 cañones machacaron la fortaleza durante seis horas. El día 4 se negocia la capitulación, por la que los aliados se comprometían a respetar con honor a los supervivientes, sus casas y sus propiedades.

El día 5 es tomada la plaza en nombre de Carlos III, futuro rey de España.

Sin embargo, después de partir la escuadra, los ingleses arrían al bandera austríaca, por la que habían luchado, e izan la inglesa, tomando posesión de la ciudad y roca en nombre de la reina Ana de Inglaterra. Es decir, robando al pretendiente una parte del territorio que pretendía, para quedárselo ellos.

Algo así como si Juan y Pedro entablan juicio por la posesión de un piso de su abuelo. El vecino de Juan ayuda a éste, y, antes de que se dicte sentencia, tira el tabique que hay entre su piso y el piso en litigio y se queda con una habitación que le conviene. En caso de que ganara Juan, su piso tendría una habitación menos. Pero, además, el juez sentencia a favor de Pedro, y, aunque éste intenta por todos los medios hacer ver el expolio del vecino, nunca lo consigue.

Tras la toma de posesión vino la destrucción por los anglicanos ingleses de los templos españoles, la violación de las mujeres y la violencia contra los supervivientes, en contra de lo pactado para la rendición, ocasionando la huida de la población a la ermita de San Roque, alrededor de la cual fundan la ciudad de este nombre.

Durante trescientos años, todos los gobiernos españoles, de cualquier color, han considerado innegociable la soberanía del peón, y han hecho todo lo posible por recuperarlo, aunque, como vemos, sin conseguirlo. Todos los gobiernos, digo, menos el actual, hasta la reciente visita del ministro Moratinos al peñón, la primera a nivel de gobierno desde la ocupación. (Para continuar con la historia, ver 19-1-sobre Gibraltar)

Cuando se plantea esta cuestión, muchos acomodaticios -o simplemente ignorantes- la zanjan diciendo que si España cede Ceuta a Marruecos, podrá reclamar con razón Gibraltar a Inglaterra. Con razón y con derecho internacional se ha estado reclamando durante trescientos años, sin que aún se haya conseguido. Pero es que, además, son dos cosas totalmente distintas.

Mientras el expolio de Gibraltar fue hecho por una nación que apoyaba a otra en sus pretensiones al trono español, pero que no dudó en quedarse con un trozo, traicionando a su patrocinado y contra todo derecho, Ceuta perteneció primero a Portugal y luego a España antes de que existiera el reino alauita que, con base en Fez, se extiende hacia el norte conquistando ciudades a los mismos musulmanes e intentando conquistar la Ceuta que ya era española antes, como digo, de la expansión del reciente y vecino sureño alauita. (para ampliar sobre el tema, ver 19-2-Sobre Ceuta)

Dos cosas, repito, totalmente distintas, que sólo pueden unirse desde la ignorancia o desde la falacia. -AELPON- Alfredo Vílchez

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